Después de mucho voy a volver a escribir, voy a volver a volcar mis sentimientos en este “papel” virtual, por necesidad, por él.
Quizá no es mi mejor día en cuanto a inspiración, pero sí en cuanto a emoción.
La emoción de mi cumpleaños. Pero no voy a centrarme en eso, sino en un momento
concreto. Escuchar su nombre, girarme y ver que se acerca, y mi corazón ya no
paraba quieto. ¿Es así como yo pensaba olvidarle? Ilusa, tal vez. Me basta con
verle una vez para saber que sigue ahí, que no se va, que esa llamita está
encendida desde el primer día, resistiendo las muchas lágrimas que le han caído
encima, lágrimas de un amor no correspondido, pero que absurdamente, me hace
sonreír.
Ese momento en el que ya oigo a mis amigas reír,
mis colores empezaban a subir, y lo veo venir. Se me acerca, me felicita
prácticamente en formato susurro, me da un beso en la mejilla y me guiña el
ojo. Y ahí es cuando pierdo toda cordura por un largo momento. Ya ni escucho
las risas, sólo de lejos aunque estuvieran a menos de 1 metro de mí. Sólo oigo
leves “está colorada”, “mírala la tonta” y cosas por el estilo. Sigo observándole, habla y habla, y sonríe. Oigo su
risa y mi sonrisa aparece. Absorta pensando en él. Y se va, se aleja tras su aparición, no sin antes
gritar a media voz mi nombre y mandarme un beso, y de nuevo los colores, de
nuevo pierdo la cordura.
Ya ves que no hace falta verlo cada día para perder
la noción del tiempo al verle. En tan sólo 1 mes, lo he visto 2 días, después
de 6 meses sin ver su rostro, sólo en mis sueños y pensamientos. Y como el primer día. Por momentos de felicidad
como éste, por pequeñísimos detalles como el que ha tenido hoy que, aunque para
él seguramente no signifique lo mismo que para mí, yo con eso he tenido un
motivo más para sonreír esta noche, y me durará un tiempo. Y es así como pasan mis días, alimentándome de
pequeños momentos con él que me hagan sobrevivir haciendo una recopilación para, durante un invierno, poder seguir sin su voz, sólo con su recuerdo.
Maca!
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